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En los primeros versos del poema de Parménides podemos observar cómo el poeta describe, por decir así, una iluminación con la que el héroe (un conocedor o un iniciado) recibe una revelación de una diosa sin nombre. El poema empieza con el héroe ascendiendo por un camino rico en decires (πολύφημος) –un camino que sólo puede ser transitado por el hombre que sabe, esto es, el que ha visto (εἰδώς)– gracias a un carro tirado por unas yeguas que son conducidas por las hijas del Sol (Ἡλιάδες κοῦραι). Estas muchas son las que muestran a aquél el camino que lleva a la morada de la diosa. Y lo muestran dejando atrás la oscuridad, dirigiéndose, pues, hacia la luz (εἰς φάος). Obsérvese que una iluminación sin luz no es, desde luego, una iluminación digna de ser llamada así.

Las hijas del Sol son, por tanto, guías del héroe –tal vez…

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