El Ser es eterno e inmóvil y es lo único que existe. Por tanto, el Ser es uno (ἕν) y queda descartada la posibilidad de que haya un tiempo en el que pueda acontecer algún cambio. El Ser ni fue alguna vez ni será (οὐδέ ποτ᾿ ἦν οὐδ᾿ ἔσται)1, sino que es siempre y en todo momento el mismo. La temporalidad y el cambio, tal como podemos comprobar en lo que se dice en los primeros versos de B8, quedan fuera del guión doctrinal parmenídeo:
Es probable que lo que Parménides pretenda adscribir a lo que es sea una existencia en un eterno presente no sometido a distinciones temporales de ninguna clase.2
Las distinciones temporales sólo se pueden dar si hay algo que distinguir, pero el Ser –la única realidad– es ahora todo al mismo tiempo, uno, continuo3. La uniformidad de esta realidad parmenídea…
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