
Nos habla Heidegger de «un pensador que pensó el λόγος antes de Platón y Aristóteles y que lo pensó, quizás, de manera tan esencial que la palabra λόγος constituyó la palabra fundamental de su pensar: Ese pensador es Heráclito»1. Es un error, nos advierte el filósofo alemán, pensar el λóγος como enunciado, como lógica: El λóγος es la «palabra con la cual [Heráclito] designó el propio ser, lo uno unificador de todo ente». Y es que, en efecto, el λóγος va más allá de la lógica, pues la lógica, por sí misma, no puede constituir una φύσις, un κόσμος que, tal como se dice en B30, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres. Es por ello que cuando el filósofo de Éfeso despliega su doctrina de contrarios, no hay nada más equivocado que remitirse a la severa lógica aristotélica para exclamar: ¡Es imposible eso que dice Heráclito! Marzoa es muy claro en esta cuestión: «Los contrarios no lo son ‘lógicamente’»2. Y así, deslindándose el efesio de ese mundo abstracto y “afísico”, puede decir con toda rotundidad verdadera que los contrarios son lo mismo porque «esto de un golpe es aquello y de nuevo aquello de un golpe es esto»3. Esta identidad en los contrarios que nos lleva a lo común, vuela libre sin la carga de la lógica. Un fragmento que me llama la atención para este asunto es el B103: «En la circunferencia de un círculo se confunden el principio y el fin». Acaso este último fragmento sea una expresión irónica del filósofo inicial griego, pues, ¿acaso no cabe esperar lógica en el mundo de la geometría? Sea como fuere, Heráclito no está aquí para lógicas matemáticas ni para lógicas metafísicas. El λóγος desborda toda lógica, y esto es así porque la realidad, en efecto, va más allá de la lógica que un hombre pueda concebir. Si fuésemos nosotros unos convencidos seguidores de la doctrina de Heráclito, acaso podríamos decir con nuestro griego de primero de bachillerato: ἡ ἀρχὴ ἐν τῷ Κύκλῳ τὸ πέρας ἐστί (El principio es el fin en el círculo). Dando a entender, así, con la ironía del maestro , que la complejidad de lo que palpita en cada átomo de realidad no se aviene con una lógica que tiene que reconocer, en fin, sus limitaciones para describir lo que hay en el mundo o el mundo mismo.
1Heidegger, 2012 (I).
2Marzoa, 2013.
3Ibíd. En referencia a B88.


