Opiniones de los mortales

Los juegos infantiles en la antigua Roma | LA HISTORIA RIMA

79 (nota). B70

Παίδων ἀθύρματα τὰ ἀνθρώπινα δοξάσματα.

«Juguetes de niños las opiniones de los mortales».

Interpretación

Tan en serio se toman los hombres sus opiniones como los niños sus juguetes. Para lo sabio –el dios, el λόγος– el hombre es aquel niño que cree verdadero lo que representa su juguete –por eso se lo toma tan en serio–. Mas las opiniones de los hombres están lejos de la verdad y, por tanto, del λόγος1. Tal distancia, además, tiene consecuencias para los hombres, y así lo podemos comprobar cuando leemos: «Pues el que más entiende defiende opiniones. Sin embargo la justicia condenará a los autores y testimonios de falsedades». (Cf. 118. B28).

Observamos en este fragmento, por tanto, una relación entre lo sabio –el dios, λόγος– y el hombre comparable a la existente entre el hombre y el niño pequeño expuesta en 97. B79.

1«La comparación de las creencias con juguetes de niños implica no precisamente que la relación de los hombres con sus creencias sea como la de los niños con sus juguetes, sino que, así como, tomándose los niños en serio sus juegos, los mayores los consideran meros juegos, así también la seriedad con que se toman los hombres sus creencias la denuncia la razón [λόγος] al revelar esas ideas también como meros juegos, con la connotación precisa de ‘diversión’ y ‘entretenimiento’, que desvía y oculta de la conciencia la razón verdadera de las cosas» (Calvo, 2017).

Αἰών: el niño que juega consigo mismo

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Αἰών (eternidad) es siempre (ἀεὶ) un niño que juega1. Acaso el niño juega a las tabas (πεσσεύων), o tal vez a otro juego según se considere (v.g. Calvo: tres-en-raya o castro). Sea un juego u otro, el niño juega, siempre juega, ¿pero acaba la partida alguna vez? Escuchemos a Nietzsche: «Heráclito cree asimismo en una destrucción periódica del Universo y en un resurgir también periódico de un nuevo mundo de entre las cenizas del incendio universal que destruyó el anterior»2. Pero hay quienes sostienen que no hay destrucción periódica, que tal cosa no forma parte de la doctrina de Heráclito. Copleston, por su parte, nos dice: Heráclito «[…] nunca sostuvo tal doctrina [del eterno retorno] […] Por lo demás, parece que fueron los estoicos los primeros en afirmar que Heráclito había sostenido la tesis de una conflagración universal; y aun los mismos estoicos estuvieron divididos a este respecto»3. Desde el estoicismo “imperial”, Marco Aurelio sostiene que «Heráclito, después de haber hecho tantas investigaciones sobre la conflagración del mundo, aquejado de hidropesía y recubierto de estiércol, murió» (Med., III-3).

El niño (αἰών) siempre está jugando. Su juego se despliega en un tablero cuyo nombre es κόσμος. Tal niño juega con fuego, pues al fin y al cabo el tablero está hecho de fuego: «Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha sido eternamente y es y será un fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas»4. Entonces, este mundo, este tablero donde tiene lugar el juego, es eterno del mismo modo que lo es el no. Sin tablero no hay juego. Por lo tanto, el niño no permitirá que no haya juego, esto es, no destruirá el tablero. Pero si se aburre del juego, si se cansa de él, ¿qué hace? Lanza el tablero y las piezas lejos de sí, mas en seguida recompone el tablero y vuelve a jugar. Así, ¿qué provoca la conflagración cíclica del mundo si sostenemos que ella forma parte de la doctrina de Herácito? ¿El aburrimiento o cansancio del niño? ¿Y será capaz el niño de cambiar las reglas del juego cuando vuelva a jugar? Se nos dice: «la Razón (Λόγος) permanece inalterable a través de todas las transformaciones»5. Por tanto, parece que el niño no cambia las reglas en ningún caso. Mas, ¿el niño puede llegar a aburrirse? ¿Por qué uno puede pensar en el aburrimiento del αἰών? ¿Para justificar la conflagración universal? Parece absurda tal teoría6, y más cuando disponemos de un fragmento que nos dice: «Avanzando, el fuego lo juzgará y condenará todo»7. Y debe tenerse en cuenta que la conflagración está limitada según las leyes del Λόγος: «Este mundo […] se enciende según medidas y se apaga según medidas»8.

1«Αἰών es un niño que juega, que mueve sus peones; de un niño (es) el mando” (B52, trad. Marzoa, 2013).

2Nietzsche, 2004.

3Copleston, 1994.

4B30.

5Fraile, 2015.

6Tal vez no se tenga que llamar “teoría” a esta suposición, sino simplemente metáfora acaso no del todo acertada: «El niño se cansa de su juguete y lo arroja de su lado o de inmediato lo toma de nuevo y vuelve a jugar con él, según su libre capricho» (Nietzsche, 2004).

7B66.

8B30.

El vulgo no escucha el Λόγος

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Representación de la Artemisa efesia, llamada polimastia, es decir, de múltiples pechos. Copia romana de la estatua del templo de Éfeso, Museo Arqueológico de Éfeso, Selçuk. (Wikipedia).

Heráclito de Rubens (1577-1640)

¿Alguien puede dudar, tal vez, que el Λογος rige las transformaciones del fuego? Sí, la mayoría. Y es que el Λογος, el que gobierna un ejercito de fuego (οἰακίζει πυροῦ στρατιὰν), no se escucha en este mundo de hombres donde predomina la vulgaridad. Y esto que digo, ciertamente, hace que la mayoría diga que mi carácter no tiene nada de amable, que soy despreciativo. Pero esto no me importa, pues ¿qué importa lo que se diga de mí? Sólo hay algo verdaderamente importante que merece toda la atención del mundo, y no es otra cosa que escuchar el Λογος y no las habladurías del vulgo. ¿Pero por qué os pensáis que me retiré al templo de Artemisa? Por el insoportable ruido de la charlatanería de todos esos ignorantes demócratas de Éfeso, una charlatanería hecha de política, de novedades, de hoy.

Pero escuchando el Λογος, ¿qué se escucha? El eterno y único devenir, la más absoluta indeterminabilidad de todo lo que hay aquí y allí: todas las cosas devienen, mas en realidad nunca ‘son’. Pero el vulgo -o sea, la mayoría- no escucha, y por eso cree ver algo que está inmóvil, acabado, puesto delante de sus narices de modo permanente; pero naturalmente el vulgo ve mal, quiero decir que no ve que en cada momento hay una lucha entre la luz y la tiniebla, entre lo dulce y lo amargo. Y como dos luchadores, a veces uno obtiene ventaja, a veces la obtiene el otro. ¿Se me entiende? A ver si se me comprende mejor así: “De las cualidades contrarias proviene la guerra, y de la guerra se originan todas las cosas. Por eso la guerra es el padre y el rey de todas las cosas”1.

1B53.