Fragmento B44

Μάχεσθαι χρὴ τὸν δῆμον ὑπὲρ τοῦ νόμου ὅκωσπερ τείχεος”.

«Preciso es que el pueblo luche en defensa de la ley como por sus muros [los muros de la ciudad]”.

Interpretación

Este fragmento lo tenemos que conectar con B114, allí donde se dice que la ley (νόμος) de la πόλις es una derivada de la ley divina (λόγος). ¿Cómo se defiende el νόμος? Obedeciéndolo. Si no obedeces el νόμος tampoco obedeces el λόγος. Y tal desobediencia destruye la πόλις.

El νόμος (ley de la ciudad) se alimenta del λόγος (lo común). Y el νόμος merece ser defendido con la lucha si es preciso, pues sin νόμος una ciudad no es una πόλις. Entonces, ¿qué decir del λόγος? ¿No será todavía más perentorio luchar por el λόγος si el νόμος depende de aquél? Y una pregunta más, ¿cómo se lucha por el λόγος? El alma tiene λόγος si uno lucha por ello, esto es, si se investiga, si se busca, si se analizan las cosas según la naturaleza de las cosas, si se escucha lo sabio. Tal lucha es la mas urgente, la más apremiante. ¿Cómo será una ciudad en la que los hombres no luchen por tener λόγος en sus almas? Será una ciudad que dará no sólo la espalda al λόγος, sino también al νόμος. Una ciudad así será una ciudad en manos de almas bárbaras, y entonces podrá ocurrir algo similar a lo que ocurrió en Éfeso y que Heráclito denunció con duras palabras: «Bien merecido les estaría a los efesios en edad adulta ahorcarse y abandonar a los niños la ciudad […]»1. ¿Pero por qué abandonarla a los niños? Porque ellos todavía tienen la oportunidad de luchar por el λόγος, esto es, la oportunidad de que el λόγος se acreciente en sus almas.

1B121.

Fragmento B34

Ἀξύνετοι ἀκούσαντες κωφοῖσιν ἐοίκασι ̇φάτις αὐτοῖσιν μαρτυρεῖ “παρεόντας ἀπεῖναι”.

«Incapaces de entender habiendo escuchado, ignorantes parecen: Para ellos el refrán atestigua que ‘estando presentes, están ausentes’”.

Heráclito dice en B113 que es común (ξυνόν) a todos pensar, pero aquí falla algo: la mayoría (οἱ πολλοὶ) son incapaces de entender (Ἀξύνετοι) incluso después de haber escuchado las razones que están en concordancia con el λόγος. De esta manera, la mayoría se deslinda del pensamiento que está en acuerdo con el λόγος. Por tanto, los que no comprenden viven en mundos propios que son ajenos a la realidad, a la verdad de las cosas. Los referidos hombres están sumergidos en sueños porque están dormidos, y los que duermen están ausentes a pesar de estar presentes. En B112 nos dice el de Éfeso que ser sabio (σωφρονεῖν) es la mayor virtud, pero tal virtud lo es si se dice y se obra según la naturaleza de las cosas (κατὰ φύσιν ἐπαίοντας), o lo que es lo mismo, según el λόγος. En fin, digamos que todos los hombres piensan, sí, pero pocos piensan de acuerdo con el λόγος, o lo que es lo mismo: pocos son los sabios.

Αἰών: el niño que juega consigo mismo

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Αἰών (eternidad) es siempre (ἀεὶ) un niño que juega1. Acaso el niño juega a las tabas (πεσσεύων), o tal vez a otro juego según se considere (v.g. Calvo: tres-en-raya o castro). Sea un juego u otro, el niño juega, siempre juega, ¿pero acaba la partida alguna vez? Escuchemos a Nietzsche: «Heráclito cree asimismo en una destrucción periódica del Universo y en un resurgir también periódico de un nuevo mundo de entre las cenizas del incendio universal que destruyó el anterior»2. Pero hay quienes sostienen que no hay destrucción periódica, que tal cosa no forma parte de la doctrina de Heráclito. Copleston, por su parte, nos dice: Heráclito «[…] nunca sostuvo tal doctrina [del eterno retorno] […] Por lo demás, parece que fueron los estoicos los primeros en afirmar que Heráclito había sostenido la tesis de una conflagración universal; y aun los mismos estoicos estuvieron divididos a este respecto»3. Desde el estoicismo “imperial”, Marco Aurelio sostiene que «Heráclito, después de haber hecho tantas investigaciones sobre la conflagración del mundo, aquejado de hidropesía y recubierto de estiércol, murió» (Med., III-3).

El niño (αἰών) siempre está jugando. Su juego se despliega en un tablero cuyo nombre es κόσμος. Tal niño juega con fuego, pues al fin y al cabo el tablero está hecho de fuego: «Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha sido eternamente y es y será un fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas»4. Entonces, este mundo, este tablero donde tiene lugar el juego, es eterno del mismo modo que lo es el no. Sin tablero no hay juego. Por lo tanto, el niño no permitirá que no haya juego, esto es, no destruirá el tablero. Pero si se aburre del juego, si se cansa de él, ¿qué hace? Lanza el tablero y las piezas lejos de sí, mas en seguida recompone el tablero y vuelve a jugar. Así, ¿qué provoca la conflagración cíclica del mundo si sostenemos que ella forma parte de la doctrina de Herácito? ¿El aburrimiento o cansancio del niño? ¿Y será capaz el niño de cambiar las reglas del juego cuando vuelva a jugar? Se nos dice: «la Razón (Λόγος) permanece inalterable a través de todas las transformaciones»5. Por tanto, parece que el niño no cambia las reglas en ningún caso. Mas, ¿el niño puede llegar a aburrirse? ¿Por qué uno puede pensar en el aburrimiento del αἰών? ¿Para justificar la conflagración universal? Parece absurda tal teoría6, y más cuando disponemos de un fragmento que nos dice: «Avanzando, el fuego lo juzgará y condenará todo»7. Y debe tenerse en cuenta que la conflagración está limitada según las leyes del Λόγος: «Este mundo […] se enciende según medidas y se apaga según medidas»8.

1«Αἰών es un niño que juega, que mueve sus peones; de un niño (es) el mando” (B52, trad. Marzoa, 2013).

2Nietzsche, 2004.

3Copleston, 1994.

4B30.

5Fraile, 2015.

6Tal vez no se tenga que llamar “teoría” a esta suposición, sino simplemente metáfora acaso no del todo acertada: «El niño se cansa de su juguete y lo arroja de su lado o de inmediato lo toma de nuevo y vuelve a jugar con él, según su libre capricho» (Nietzsche, 2004).

7B66.

8B30.

Mas allá de los límites de la lógica

Heráclito de Rubens (1577-1640)
Heráclito de Rubens (1577-1640)

Nos habla Heidegger de «un pensador que pensó el λόγος antes de Platón y Aristóteles y que lo pensó, quizás, de manera tan esencial que la palabra λόγος constituyó la palabra fundamental de su pensar: Ese pensador es Heráclito»1. Es un error, nos advierte el filósofo alemán, pensar el λóγος como enunciado, como lógica: El λóγος es la «palabra con la cual [Heráclito] designó el propio ser, lo uno unificador de todo ente». Y es que, en efecto, el λóγος va más allá de la lógica, pues la lógica, por sí misma, no puede constituir una φύσις, un κόσμος que, tal como se dice en B30, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres. Es por ello que cuando el filósofo de Éfeso despliega su doctrina de contrarios, no hay nada más equivocado que remitirse a la severa lógica aristotélica para exclamar: ¡Es imposible eso que dice Heráclito! Marzoa es muy claro en esta cuestión: «Los contrarios no lo son ‘lógicamente’»2. Y así, deslindándose el efesio de ese mundo abstracto y “afísico”, puede decir con toda rotundidad verdadera que los contrarios son lo mismo porque «esto de un golpe es aquello y de nuevo aquello de un golpe es esto»3. Esta identidad en los contrarios que nos lleva a lo común, vuela libre sin la carga de la lógica. Un fragmento que me llama la atención para este asunto es el B103: «En la circunferencia de un círculo se confunden el principio y el fin». Acaso este último fragmento sea una expresión irónica del filósofo inicial griego, pues, ¿acaso no cabe esperar lógica en el mundo de la geometría? Sea como fuere, Heráclito no está aquí para lógicas matemáticas ni para lógicas metafísicas. El λóγος desborda toda lógica, y esto es así porque la realidad, en efecto, va más allá de la lógica que un hombre pueda concebir. Si fuésemos nosotros unos convencidos seguidores de la doctrina de Heráclito, acaso podríamos decir con nuestro griego de primero de bachillerato: ἡ ἀρχὴ ἐν τῷ Κύκλῳ τὸ πέρας ἐστί (El principio es el fin en el círculo). Dando a entender, así, con la ironía del maestro , que la complejidad de lo que palpita en cada átomo de realidad no se aviene con una lógica que tiene que reconocer, en fin, sus limitaciones para describir lo que hay en el mundo o el mundo mismo.

1Heidegger, 2012 (I).

2Marzoa, 2013.

3Ibíd. En referencia a B88.

Fuego siempre vivo

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Bien sabido es que yo llevé mi libro al templo de Ἄρτεμις, la portadora de luz (φωσφόρος). ¿Qué es esa luz (φῶς) de la diosa? Es ἀληθείᾳ. ¿Y qué porta mi libro? No otra cosa que ἀληθείᾳ, pues en este libro queda plasmado que yo, Heráclito de Éfeso, he escuchado al λόγος, siendo inherente a éste la no-ocultación (ἀληθείᾳ). Queda claro, entonces, que aquí debe estar mi libro, pues este templo es, por decirlo de alguna manera, templo de la portadora de la ἀληθείᾳ. Os preguntaréis, pues, qué es el λόγος. Yo os puedo decir que tal λόγος es eterno λόγος, siempre (ἀεὶ) λόγος verdadero. Tal λόγος rige el fuego siempre vivo (πῦρ ἀείζωον), encendiéndose y apagándose según medidas. Estad atentos al fuego, habida cuenta de que con él se despliega una eterna guerra y, en justa consecuencia, “la indeterminabilidad de todo lo real”1. Eterno mundo hecho de fuego siempre vivo. De este fuego resulta imposible deslindarse. Ocultes donde te ocultes, siempre vas a ser pasto de las llamas de una guerra. Y de esta manera, el vivir será siempre un morir en este mundo que nunca deja de ser un juego del fuego consigo mismo2. Fuego siempre vivo. Miremos al sol. El sol (ἥλιος) es nuevo (νέος) cada día, siempre nuevo sin cesar: Ὁ ἥλιος {…} νέος ἐφ᾽ ἡμέρῃ ἐστίν, ἀλλ᾽ ἀεὶ νέος συνεχῶς (B6). Contemplad, si podéis, la belleza de este fuego siempre vivo gobernado por el eterno λόγος.

1Nietzsche, 2004.

2El mundo es: «[…] el juego del fuego consigo mismo.» (Nietzscher, 2004)

Y la filosofía divinizó el Ser

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Hannah Arendt

Cuando escuchamos a Heráclito decir «Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha sido eternamente y es y será un fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas»1, tenemos que tener presente -para comprender más fácilmente al de Éfeso- que con los pensadores iniciales griegos -los comúnmente llamados presocráticos- los dioses dejaron de ser los primeros principios constituyentes del κόσμος. En efecto, vemos con Heráclito que los dioses no hicieron el mundo. De hecho, podemos observar en el referido fragmento que el mundo es para el de Éfeso algo eterno, a saber: fuego. Así pues, el mundo es «el juego del fuego consigo mismo»2, siendo tal fuego un fuego siempre viviente (πῦρ ἀείζωον).

Pero deslindarse por completo de los dioses parece algo digamos que imposible para un pensador inicial griego, por muy físico que sea. Heráclito explica el mundo desde el fuego, pero éste, por sí solo, no puede desplegar una lucha de oposiciones ni tampoco una armonía invisible que está ahí, detrás de todo lo que es. El fuego, en definitiva, está gobernado por una Razón, vale decir, el Λόγος. El de Éfeso, entonces, titubea, pues de algún modo parece llamar dios a este Λόγος: «Algo único, lo sabio quiere y no quiere recibir el nombre de Zeus»3. Eso único -lo sabio- es el Λόγος, que tal vez puede ser llamado Zeus. Sea como fuere, si el Λόγος se toma como un dios, éste no es un dios trascendente, sino, tal como nos explica Fraile, una ley necesaria inmanente al fuego4.

¿Pero es el Λόγος un ente (una cosa)? Claro que no, y así nos lo afirma Heidegger: «El Λόγος es ἓν πάντα εἶναι […] el ser en que todo ente es»5. Por tanto tenemos en el Λόγος el Ser, un Ser que podría tal vez ser llamado -por si acaso- Zeus. Con todo, resulta evidente que con Heráclito el Ser está a punto de despojarse de una divinidad -de Zeus-, pero el Ser, por sí mismo, sin el respaldo de ningún dios, «[…] devino la verdadera divinidad filosófica […]»6.

1B30.

2Nietzsche, 2004.

3B32.

4Fraile, 2015.

5Heidegger, 2012 (I).

6Arendt, 2004.

¿Cuál es la verdad de Heráclito?

Heráclito tiene muchos detractores. Pero ya se sabe, «los perros ladran al que no conocen»1. Pocos hombres, entre los cuales no encontraremos a ninguno de esos detractores, son capaces de contemplar la unidad, el uno. Es manifiesto, a juicio de Heráclito, que solo «para los despiertos el κόσμος es uno y común»2. Pero, ¿qué es el uno? «Uno (es) τὸ σοφόν, ser capaz del juicio que gobierna todo de un lado a otro»3, es el fuego, es el logos. Heráclito fue llamado el oscuro por su modo de escribir4, pero, en opinión de Nietzsche, «es probable que jamás haya existido un hombre que escribiera tan clara y brillante»5. Para el filósofo alemán Heráclito es uno de esos pocos filósofos poseedores de la verdad, y por ello dice: «el mundo necesita eternamente de la verdad; de ahí por qué necesita eternamente a Heráclito»6. Con todo, ¿Cuál es la verdad de Heráclito? El eterno devenir, el inexorable cambio, la permanente lucha de contrarios gobernada por el logos (por el fuego)7, el «mundo eterno cuya esencia es el cambio constante y la pluralidad»8.

La verdad está en el cambio. Por tanto, prever el cambio es anticipar la verdad que acontecerá. Y no sólo eso, condicionar el cambio futuro significa dar forma a la verdad que está por venir. Con Heráclito sabemos que este mundo cambia sin cesar, que nuestros cuerpos mutan, que nuestros pensamientos son extraños a la inmovilidad y que, en definitiva, nada es ajeno al cambio. Y los seres humanos quieren ser dueños de tal verdad, no al modo de Heráclito que sólo la poseía “intelectualmente” en tanto reprochaba la hybris9, esto es, la «desmesura, medirse con los dioses»10. Los seres humanos juegan a ser dioses cuando tratan de domesticar el cambio, lo quieren domar y convertirse, de este modo, en amos del devenir. Dicho de otro modo, los seres humanos quieren tener en sus manos el fuego de Heráclito, pero, por añadidura, quieren vaciarlo de logos y poner en su lugar sus razones, sus ideas, sus aspiraciones humanas, demasiado humanas. Los humanos, en efecto, no sólo quieren tener la verdad, quieren crearla a su medida. Y esto último es pura y dura hybris.

1Nietzsche, 2004. B.97.

2Marzoa, 2013. B.89.

3Ibíd. B.41.

4Nos sugiere Heidegger que esa oscuridad proviene, probablemente, de un pensamiento tan inicial que se nos hace, de algún modo, incomprensible. Además, se tiene que añadir que sólo se puede entender el pensamiento griego si se piensa «a la manera griega».

5Nietzsche, loc.cit.

6Ibíd.

7«El reino físico constituye una amalgama de materia e ímpetu creativo (poiesis) precisamente porque existir es devenir, y Heráclito será también el primero en proponer que la contradicción no induce parálisis, sino actividad» (Escohotado, cf. nota 40).

8Ibíd.

9«Es preciso extinguir (la) ὕβρις, más que (un) incendio» (B.41. Marzoa, 2013).

10Marzoa, loc.cit.

La verdad no está en la lógica

Nos explica Nietzsche que «Heráclito desiste de separar un mundo físico de otro metafísico, un reino de cualidades determinadas de un reino de indeterminación indefinible»1. Hay una negatividad en Heráclito radical, a saber, «negó el ser en general»2, pues negó la permanencia de las cosas. No hay permanencia, sino un eterno devenir marcado por una absoluta indeterminabilidad de todo lo real. Todo lo real actúa y deviene pero nunca es. Por tanto, con Heráclito «la esencia entera de la realidad es acción»3. La realidad en esencia es acción, una acción que se desenvuelve con la lucha de contrarios. De este combate eterno surge el eterno devenir. Heráclito camina en dirección contraria a la lógica diciendo que «todo contiene en sí mismo, desde siempre, a su contrario»4. Esto Aristóteles no lo acepta de ninguna manera, toda vez que eso va en contra del principio de contradicción. Heráclito va más allá de la lógica, puesto que se da cuenta de que la realidad no puede ser aprehendida por aquélla. Cualquier cualidad aparentemente duradera es solo una manifestación momentánea de un vencedor que inexorablemente será derrotado. La lucha de contrarios es la lucha de lo diferente, es la justicia con la que se posibilita que la unidad sea multiplicidad. Este no es lugar para la lógica aristotélica, sino para el «relámpago y las chispas que entrechocan en combate […]», que «[…] son el fulgor de la victoria en la lucha de las cualidades contrarias»5. Este relámpago es, naturalmente, el fuego, y, en definitiva, el logos.

Nietzsche nos dibuja un Heráclito que trasciende la lógica, pero tal vez este dibujo contiene trazos equivocados. Felipe Marzoa nos advierte que los contrarios expuestos por el de Éfeso no lo son “lógicamente”, habida cuenta de que los susodichos nacen pereciendo los otros. Y detrás de este nacer-perecer no está sino la guerra y la fisis (πόλεμος καὶ φύσις). Por tanto, no debemos interpretar A es no-A cuando leemos a Heráclito: «Lo mismo es viviente y muerto y despierto y durmiendo y joven y viejo; pues esto de un golpe es aquello y de nuevo aquello de un golpe es esto»6. Sea como fuere, en Heráclito -a juicio de Marzoa- el alma, el fuego, el logos, el cosmos y la guerra apuntan a un mismo lugar: la verdad.

1Nietzsche, 2004. Anaximandro, en cambio, distingue esos dos mundos, siendo el Indefinido (ἄπειρον) el mundo metafísico, o sea, el fenómeno moral que imparte justicia, en tanto que el mundo físico es allí donde las determinaciones se dan gracias al Indefinido.

2Ibíd.

3Ibíd.

4Ibíd.

5Ibíd.

6Marzoa, 2013, fr. B 88.

La verdad del λόγος

Heráclito de Rafael

Heráclito reconoce un mundo en continuo e incesante cambio. ¡No hay nada estable!, se dice a sí mismo. Pero a pesar de la evidencia de que todo cambia, que todo fluye (Πάντα ῥεῖ), el ser (la realidad) sólo puede ser uno. Si todas las cosas son uno (el ser), necesariamente de ese uno tienen que salir todas las cosas. De esta forma, admitiendo la unidad del ser y, a la vez, reconociendo la existencia de un permanente cambio, el filósofo de Éfeso llega a la concepción de la unidad en la diversidad, de la diferencia en la unidad. Por tanto el monismo de Heráclito se concilia con el pluralismo. Ahora bien, el mundo como unidad en la pluralidad tiene un único principio, a saber, el fuego: todo sale del fuego, todo se compone de fuego, y todo se descompone en fuego: «este κόσμος, de todo el mismo, ni alguno de los dioses ni de los hombres lo hizo, sino que en cada caso ya era y es y será fuego siempre viviente, encendiéndose según medida y apagándose según medida»1. El fuego es falta y exceso, depende de una lucha sinfín y está en perpetua mutación. Tal como nos apunta Fraile, hay un λόγος que rige todas las transformaciones del fuego, y es este λόγος la causa de una armonía oculta universal.

El λόγος rige todas las transformaciones del fuego dando lugar a una armonía universal. Todas las cosas arrancan de un principio único (el fuego) y concurren en una lucha (de contrarios) que es la expresión del desarrollo de la propia realidad. Los hombres –asevera Heráclito– «no comprenden que lo diferente concierta consigo mismo y que entre los contrarios existe una armonía recíproca, como la del arco y la lira»2. En efecto, los hombres, a juicio de Heráclito, no se percatan de esa armonía porque no son capaces de captar el ser en toda su amplitud. Y no la captan por una suerte de pereza/inercia que les impide desvelar la armonía universal que, como a la propia φύσις, le gusta ocultarse (φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ): «la armonía invisible es mayor que la visible»3 (ἁρμονίη ἀφανὴς φανερῆς κρείττων). Esta incapacidad para percibir la invisible armonía que lo atraviesa todo no la “padecen” los hombres que están despiertos al λόγος: «”Los que están despiertos –escribe Heráclito– tienen el cosmos en común” (fr. 89). Los que están dormidos viven inmersos cada uno en su propio cosmos […]»4. Morey nos explica a través de Jaeger que Heráclito «es el primer pensador que no sólo desea conocer la verdad, sino que además sostiene que ese conocimiento renovará la vida de los hombres […] No tiene deseo alguno de ser otro Prometeo […]; más bien espera hacerles capaces de dirigir sus vidas plenamente despiertos y conscientes del logos de acuerdo con el cual ocurren todas las cosas»5. Ser conscientes del λόγος significa ser conscientes de que el λόγος hace uso de la “guerra (lucha)”6 para posibilitar la armonía: «de esta “guerra” entendida como enfrentamiento perpetuo de fuerzas contrarias tanto simultáneas como sucesivas, surge la armonía»7. Para Kirk y Raven es evidente que esta armonía universal (el elemento de ordenación de todas las cosas) debe ser comprendida –desde el punto de vista de Heráclito– por los hombres: «los hombres deberían tratar de comprender la coherencia subyacente a las cosas; está expresada en el Logos la fórmula o elemento de ordenación de todas las cosas»8. En definitiva, «la sabiduría consiste en entender el modo en que opera el mundo»9, esto es, la verdad apunta a un λόγος que posibilita la armonía universal por medio de una gestión de las transformaciones del fuego.

1Heráclito, B.30. Apud Marzoa, 2013.

2Diels, 22B51. Apud Fraile, 2015.

3Diels, 22B54. Apud Fraile, 2015.

4Morey, 1988.

5Ibíd.

6«La guerra es el padre y el rey de todas las cosas […]» Heráclito, fr. 53. Apud Morey, 1988.

7Morey, loc.cit..

8Kirk y Raven. Apud Morey, 1988.

9Ibíd.