Heráclito tiene muchos detractores. Pero ya se sabe, «los perros ladran al que no conocen»1. Pocos hombres, entre los cuales no encontraremos a ninguno de esos detractores, son capaces de contemplar la unidad, el uno. Es manifiesto, a juicio de Heráclito, que solo «para los despiertos el κόσμος es uno y común»2. Pero, ¿qué es el uno? «Uno (es) τὸ σοφόν, ser capaz del juicio que gobierna todo de un lado a otro»3, es el fuego, es el logos. Heráclito fue llamado el oscuro por su modo de escribir4, pero, en opinión de Nietzsche, «es probable que jamás haya existido un hombre que escribiera tan clara y brillante»5. Para el filósofo alemán Heráclito es uno de esos pocos filósofos poseedores de la verdad, y por ello dice: «el mundo necesita eternamente de la verdad; de ahí por qué necesita eternamente a Heráclito»6. Con todo, ¿Cuál es la verdad de Heráclito? El eterno devenir, el inexorable cambio, la permanente lucha de contrarios gobernada por el logos (por el fuego)7, el «mundo eterno cuya esencia es el cambio constante y la pluralidad»8.
La verdad está en el cambio. Por tanto, prever el cambio es anticipar la verdad que acontecerá. Y no sólo eso, condicionar el cambio futuro significa dar forma a la verdad que está por venir. Con Heráclito sabemos que este mundo cambia sin cesar, que nuestros cuerpos mutan, que nuestros pensamientos son extraños a la inmovilidad y que, en definitiva, nada es ajeno al cambio. Y los seres humanos quieren ser dueños de tal verdad, no al modo de Heráclito que sólo la poseía “intelectualmente” en tanto reprochaba la hybris9, esto es, la «desmesura, medirse con los dioses»10. Los seres humanos juegan a ser dioses cuando tratan de domesticar el cambio, lo quieren domar y convertirse, de este modo, en amos del devenir. Dicho de otro modo, los seres humanos quieren tener en sus manos el fuego de Heráclito, pero, por añadidura, quieren vaciarlo de logos y poner en su lugar sus razones, sus ideas, sus aspiraciones humanas, demasiado humanas. Los humanos, en efecto, no sólo quieren tener la verdad, quieren crearla a su medida. Y esto último es pura y dura hybris.
1Nietzsche, 2004. B.97.
2Marzoa, 2013. B.89.
3Ibíd. B.41.
4Nos sugiere Heidegger que esa oscuridad proviene, probablemente, de un pensamiento tan inicial que se nos hace, de algún modo, incomprensible. Además, se tiene que añadir que sólo se puede entender el pensamiento griego si se piensa «a la manera griega».
5Nietzsche, loc.cit.
6Ibíd.
7«El reino físico constituye una amalgama de materia e ímpetu creativo (poiesis) precisamente porque existir es devenir, y Heráclito será también el primero en proponer que la contradicción no induce parálisis, sino actividad» (Escohotado, cf. nota 40).
8Ibíd.
9«Es preciso extinguir (la) ὕβρις, más que (un) incendio» (B.41. Marzoa, 2013).
10Marzoa, loc.cit.







