La verdad del λόγος

Heráclito de Rafael

Heráclito reconoce un mundo en continuo e incesante cambio. ¡No hay nada estable!, se dice a sí mismo. Pero a pesar de la evidencia de que todo cambia, que todo fluye (Πάντα ῥεῖ), el ser (la realidad) sólo puede ser uno. Si todas las cosas son uno (el ser), necesariamente de ese uno tienen que salir todas las cosas. De esta forma, admitiendo la unidad del ser y, a la vez, reconociendo la existencia de un permanente cambio, el filósofo de Éfeso llega a la concepción de la unidad en la diversidad, de la diferencia en la unidad. Por tanto el monismo de Heráclito se concilia con el pluralismo. Ahora bien, el mundo como unidad en la pluralidad tiene un único principio, a saber, el fuego: todo sale del fuego, todo se compone de fuego, y todo se descompone en fuego: «este κόσμος, de todo el mismo, ni alguno de los dioses ni de los hombres lo hizo, sino que en cada caso ya era y es y será fuego siempre viviente, encendiéndose según medida y apagándose según medida»1. El fuego es falta y exceso, depende de una lucha sinfín y está en perpetua mutación. Tal como nos apunta Fraile, hay un λόγος que rige todas las transformaciones del fuego, y es este λόγος la causa de una armonía oculta universal.

El λόγος rige todas las transformaciones del fuego dando lugar a una armonía universal. Todas las cosas arrancan de un principio único (el fuego) y concurren en una lucha (de contrarios) que es la expresión del desarrollo de la propia realidad. Los hombres –asevera Heráclito– «no comprenden que lo diferente concierta consigo mismo y que entre los contrarios existe una armonía recíproca, como la del arco y la lira»2. En efecto, los hombres, a juicio de Heráclito, no se percatan de esa armonía porque no son capaces de captar el ser en toda su amplitud. Y no la captan por una suerte de pereza/inercia que les impide desvelar la armonía universal que, como a la propia φύσις, le gusta ocultarse (φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ): «la armonía invisible es mayor que la visible»3 (ἁρμονίη ἀφανὴς φανερῆς κρείττων). Esta incapacidad para percibir la invisible armonía que lo atraviesa todo no la “padecen” los hombres que están despiertos al λόγος: «”Los que están despiertos –escribe Heráclito– tienen el cosmos en común” (fr. 89). Los que están dormidos viven inmersos cada uno en su propio cosmos […]»4. Morey nos explica a través de Jaeger que Heráclito «es el primer pensador que no sólo desea conocer la verdad, sino que además sostiene que ese conocimiento renovará la vida de los hombres […] No tiene deseo alguno de ser otro Prometeo […]; más bien espera hacerles capaces de dirigir sus vidas plenamente despiertos y conscientes del logos de acuerdo con el cual ocurren todas las cosas»5. Ser conscientes del λόγος significa ser conscientes de que el λόγος hace uso de la “guerra (lucha)”6 para posibilitar la armonía: «de esta “guerra” entendida como enfrentamiento perpetuo de fuerzas contrarias tanto simultáneas como sucesivas, surge la armonía»7. Para Kirk y Raven es evidente que esta armonía universal (el elemento de ordenación de todas las cosas) debe ser comprendida –desde el punto de vista de Heráclito– por los hombres: «los hombres deberían tratar de comprender la coherencia subyacente a las cosas; está expresada en el Logos la fórmula o elemento de ordenación de todas las cosas»8. En definitiva, «la sabiduría consiste en entender el modo en que opera el mundo»9, esto es, la verdad apunta a un λόγος que posibilita la armonía universal por medio de una gestión de las transformaciones del fuego.

1Heráclito, B.30. Apud Marzoa, 2013.

2Diels, 22B51. Apud Fraile, 2015.

3Diels, 22B54. Apud Fraile, 2015.

4Morey, 1988.

5Ibíd.

6«La guerra es el padre y el rey de todas las cosas […]» Heráclito, fr. 53. Apud Morey, 1988.

7Morey, loc.cit..

8Kirk y Raven. Apud Morey, 1988.

9Ibíd.

El filósofo se maravilla

lira

A juicio de Karl Popper, en la filosofía lo que importa no es el método, sino la sensibilidad para los problemas y la ardiente pasión por ellos, esto es, como decían los griegos: «el don del asombro». Asombrarse, maravillarse… ¿Pero de qué? «El filósofo se maravilla ante la «armonía invisible», que, según Heráclito, es «superior a la visible» […]»1. Esta armonía invisible constituye, por decirlo así, la unificación universal de contrarios, siendo tal unificación no otra cosa que una Φύσις que ama ocultarse: Φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ2 (“La naturaleza [la esencia] ama ocultarse.”3). Obsérvese la lucha de contrarios que se despliega en el seno de la Φύσις: Se enfrentan el surgir propio de la Φύσις y el κρύπτεσθαι que también es propio de la Φύσις y que podemos llamar -siguiendo los pasos de Heidegger- declinar.

¿Pero quién se puede maravillar ante la “armonía invisible”? Son pocos los hombres capaces de ser testigos de ella porque «[…] el Λόγος está siempre presente para el hombre, pero, igualmente, y la mayoría de veces, ausente»4, y es que, de hecho, «Heráclito sabe a su modo, pero de manera clara, de la extraña y tan frecuente ausencia del ser, siempre presente para el hombre»5. Son tan pocos los capaces de ver la “armonía invisible”, que «Heráclito se refiere constantemente a los “hombres” y “la multitud”, y no sólo desdeñosamente, como se ha interpretado, sino tratando de poner de manifiesto en qué consiste su ignorancia»6.Y Heráclito observa que él mismo es una excepción entre “la multitud”, esto es, él -como filósofo- ha tomado conciencia del orden armónico que hay detrás de todas las cosas -cosas cotidianas y familiares- «[…] como si estas se hubieran hecho transparentes»7. Entonces, en efecto, Heráclito se maravilla ante la “armonía invisible” mientras que “la multitud”, a causa de su ignorancia, «[…] no se fija en aquello con que se encuentra, ni lo nota cuando se le llama la atención sobre ello, aunque se imagine hacerlo»8.

1Arendt, 2002.

2B123.

3Heidegger, 2012 (I).

4Ibíd.

5Ibíd.

6Marzoa, 2013.

7Arendt, loc.cit.

8B17

La tarea más esencial del hombre

aletheia

Os diré que el carácter del hombre marca su destino, esto es, Ἦθος ἀνθρώπῳ δαίμων1. Cuando hablo de este Ἦθος hablo de la naturaleza humana, o lo que es lo mismo: un modo de ser del hombre que se vincula de manera inexorable con la ἀλήθεια. Acaso habrá quien entienda que este carácter (modo de ser) es una suerte de morada divina cuyo nombre es Λόγος y donde habita la Ἀλήθεια2. Podéis llamarlo Dios, podéis llamarlo Λόγος, pues «Uno, τὸ σοφὸν, único, quiere y no quiere ser dicho con el nombre de Zeus»3, pero tened presente que lo llaméis como lo llaméis, ahí está la ἀλήθεια. De esta manera, con lo que os acabo de decir, se puede apreciar cómo de fundamental resulta para el hombre la palabra ἀλήθεια. Sólo diciendo la verdad y obrando según lo que dicta el Λόγος -lo que dicta a través de la φύσις- se puede alcanzar la sabiduría. ¿Y por qué el hombre tiene la posibilidad de ser sabio? Porque puede pensar, he aquí la más elevada virtud del hombre: τὸ φρονεῖν ἀρετὴ μεγίστη, καὶ σοφίη ἀληθέα λέγειν καὶ ποιεῖν κατὰ φύσιν ἐπαίοντας (El pensar es la virtud máxima, y sabiduría decir la verdad [ἀλήθεια] y obrar como los que comprenden la naturaleza de las cosas)4. ¿Pensar? Hacerse cargo del Λόγος, o sea, estar despierto5 al Λόγος6. Pensar [φρονεῖν] el sentido (de algo) es φιλία τῆς σοφίας7 y, en definitiva, desvelar la ἀλήθεια es la tarea más esencial del hombre, puesto que: «Una sola cosa es lo sabio: conocer la verdad que lo pilota todo a través de todo»8.

1B119. Burnet lo traduce así: «Man’s character is his fate» (El carácter es para el hombre su destino). Heidegger nos dice: «Se debe considerar B119 como uno de los más esenciales que nos fueron legados».

2Marzoa traduce B119 como sigue: «Morada para el hombre el dios».

3B32.

4B112.

5Me decía Eduardo Gómez en cuanto a este «estar despierto»: «De ahí que, en ese ejercicio de ‘eliminar velos’ (desvelar), sea necesaria la vigilia, el estar despierto (el noein parmenídeo), para ocuparse del logos. Y esos ‘ojos abiertos’ nos hacen contemplar el abismo de la nada. La muerte». En efecto, este «estar despierto» que contempla el abismo de la muerte hace decir a Heráclito: «Muerte es cuanto despiertos vemos; cuanto dormidos, sueño» (B21).

6Marzoa señala que este «estar despierto» de Heráclito equivale al νοεῖν de Parménides.

7Así lo expresa Heidegger en referencia a la doctrina de Heráclito.

8B41.

Dos profetas de la verdad

Heráclito se nos presenta como un profeta de la verdad predicando que ésta se puede captar mediante la intuición. El de Éfeso no se quiere dejar engañar por los sentidos –de los cuales desconfía pero sin llegar a rechazarlos totalmente, pues considera que éstos «son necesarios para adquirir sabiduría»1– en la medida en que los sentidos nos hacen creer que las cosas son fijas y estables. Heráclito abre el camino emboscado de la verdad con su afilada intuición que desagrada a Aristóteles y a su queridísimo principio de no contradicción. Coetáneo de Heráclito es otro profeta de la verdad, pero a diferencia del filósofo de Éfeso, que está hecho de fuego, el otro está hecho de hielo «y despide a su alrededor una luz gélida y punzante»2. Estamos hablando del abstracto Parménides, que con su doctrina del ser convierte a la Naturaleza en una suerte de armatoste de pensar tan petrificado como inmóvil. Con Heráclito la verdad es el eterno devenir mientras que con Parménides es el eterno presente, esto es, un ser indivisible, inmóvil, etcétera. El de Elea hace caso omiso a los sentidos, los cuales a su juicio sólo hacen ver al no-ser y, en justa consecuencia, el devenir heraclíteo. Parménides rechaza la intuición de Héraclito y aboga por el uso exclusivo del pensamiento para examinar las cosas. Con su doctrina, el eleata «escindió limpiamente los sentidos de la facultad de pensar y abstraer como si se tratara de dos actividades dispares; incluso destruyó el intelecto como tal y alentó la tan errónea distinción entre cuerpo y espíritu que, sobre todo desde Platón, pende como una maldición sobre la filosofía»3. La verdad de Parménides, pues, fue el preludio de la ontología, o sea, la metafísica –un artificio donde el tiempo y las entidades permanecen coaguladas.

1Fraile, 2015.

2Nietzsche, 2004.

3Ibíd.

Entre λόγος y θεὸς

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En ningún momento niego que los dioses estén ahí. Pero no son ellos quienes hicieron este mundo: «Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha sido eternamente y es y será un fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas»1. Con todo, no negaré que me resulta difícil poner un límite entre λόγος y θεὸς. Me explicaré. Cuando digo «de cuantos he oído las razones (λόγοι), ninguno alcanza hasta conocer esto: que σοφὸν es aparte de todo»2, tenéis que comprender que ese “a parte de todo” quiere decir que el referido σοφὸν no es una cosa tangible, sino el λόγος mismo. Esto que aquí trato de explicar es imprescindible para entender la dificultad que tengo a la hora de trazar una línea divisoria entre λόγος y θεὸς, una dificultad que la expreso claramente del siguiente modo: «Uno, τὸ σοφὸν, único, quiere y no quiere ser dicho con el nombre de Zeus»3. En efecto, Zeus y λόγος (τὸ σοφὸν) no acaban, desde mi punto de vista, de estar totalmente diferenciados. Por ello, diría que mi doctrina sigue estando afectada por un arcaico mundo de mitos. Siendo esto así, cuando os digo que todo lo gobierna el rayo4, os confesaré que veo a Zeus enviando tal rayo, tal fuego. ¿Zeus? Bueno… λόγος.

1B30.

2B108.

3B32.

4«Y todo lo gobierna el rayo.» (B64).

El exceso (ὕβρις)

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Ruinas del Templo de Delfos (Imagen de Walkerssk en Pixabay)

Soy yo, y nadie más, quien lleva a cabo el precepto délfico γνωθι σεαυτόν1. ¿Pero qué significa hacer realidad el conócete a ti mismo? Buscar el lugar no de mí, sino del hombre mismo en este κόσμος bellísimo (κάλλιστος κόσμος)2. Sí, yo me he buscado3, lo cual es lo mismo que decir: yo he estado despierto al λόγος. ¿Pero qué es el λόγος? Lo que atraviesa todas las cosas de parte a parte para unificarlo en un todo4. Estando despierto al λόγος5, uno puede ver que tal λόγος es μέτρον (medida). Pero el vulgo, esto es, la mayoría de los hombres, viven en un sueño (ὕπνος) que es un olvido del λόγος6. En efecto, la mayoría de los hombres viven de espaldas al λόγος, y así, sumergidos en un ὕπνος, sobrepasan la medida (μέτρον), cayendo entonces en una terrible ὕβρις7.Y yo os digo: Menester es apagar el exceso (ὕβρις) más que un incendio8. Sí, hay que hacer caso al oráculo délfico cuando nos dice: Μηδὲν ἄγαν (nada en exceso), pues ahí hay λόγος.

1«[…] dando a entender que es él [Heráclito], y ninguno de los demás hombres, quien satisface y consuma la verdad del precepto délfico Conócete a ti mismo.» (Nietzsche, 2004).

2«El mundo es bellísimo» (Teofrasto, Metaphys. Apud Fraile, 2015).

3B101.

4Λόγος: «palabra con la cual [Heráclito] designó el propio ser, lo uno unificador de todo ente.» (Heidegger, 2012 (I)).

5«Estar despierto» es, a juicio de Marzoa (Marzoa, 2003), el νοεῖν de Parménides, o sea, en términos heraclíteos equivale a un hacerse cargo del λόγος. Por lo demás, piénsese en el olvido del ser de Heidegger.

6«Siendo esta razón eternamente verdadera, nacen los hombres incapaces de comprenderla antes de oírla y después de haberla oído. Pues sucediendo todo según esta razón, {aquellos} se asemejan a los carentes de experiencia, al {no} hacer la experiencia de palabras y obras tales cuales yo voy desarrollándolas, analizando cada cosa según su naturaleza y explicando cómo es en realidad. Pero a los demás hombres se les esconde cuanto hacen despiertos, como olvidan cuanto hacen dormidos.» (B1).

7Soberbia, orgullo, desmedida, exceso, etcétera.

8Ὕβριν χρὴ σβεννύναι μᾶλλον ἢ πυρκαϊήν. (B43).

Id más allá del Πάντα ῥεῖ

Heráclito de Rubens (1577-1640)La mayoría habla de mi doctrina como si ésta se sostuviera exclusivamente en el cambio. Repiten una y otra vez aquello del Πάντα ῥεῖ hasta la saciedad, como si tal cosa les legitimara para decir: yo escucho al Λογος. Pero no, quines así actúan son incapaces de comprender el Λογος. El Πάντα ῥεῖ, por sí solo, es incapaz de hacer ver de qué estoy hablando todo el tiempo. Si no vais más allá del Πάντα ῥεῖ, no podréis ver que la esencia de mi doctrina (y la esencia del Λογος) se encuentra en la mezcla de oposiciones. Hablo de una unidad en la variedad, de una lucha, de una eterna lucha. ¿Se me entiende cuando hablo de una eterna lucha?

Tenéis que ir más allá del «no es posible meterse dos veces en el mismo río»1 si queréis oír al Λογος y decir como el sabio: todo es uno2. Apartaos de aquellos que sólo hablan del Πάντα ῥεῖ cuando hablan de mi doctrina, pues en verdad los tales viven dormidos. Sólo así, tal como os digo, y no escuchando a nadie más que al Λογος (y, por qué no, al sabio), podréis contemplar una universal armonía que se oculta a la mayoría, a los que viven dormidos. ¿Armonía? Sí, ella está en todo, ella es unificación universal de contrarios. ¿Es que os lo tengo que decir con otras palabras para que os hagáis una idea de lo que estoy diciendo? Mirad, la realidad se despliega gracias a un movimiento de contrarios. Y en tal movimiento de contrarios hay lucha (guerra – πόλεμος): los contrarios son en la medida en que uno nace pereciendo el otro. Es por lo anterior que debéis ahora comprender que cuando digo Φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ3, estoy hablando de la referida lucha de contrarios, una lucha que constituye el mundo (κόσμος). Fijaos, ahí donde leéis Φύσις, leed surgir, y ahí donde se leéis κρύπτεσθαι , leed declinar.

1B91.

2«Sabio es que quienes oyen, no a mí, sino a la razón, coincidan en que todo es uno.» B50.

3B123.

El vulgo no escucha el Λόγος

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Representación de la Artemisa efesia, llamada polimastia, es decir, de múltiples pechos. Copia romana de la estatua del templo de Éfeso, Museo Arqueológico de Éfeso, Selçuk. (Wikipedia).

Heráclito de Rubens (1577-1640)

¿Alguien puede dudar, tal vez, que el Λογος rige las transformaciones del fuego? Sí, la mayoría. Y es que el Λογος, el que gobierna un ejercito de fuego (οἰακίζει πυροῦ στρατιὰν), no se escucha en este mundo de hombres donde predomina la vulgaridad. Y esto que digo, ciertamente, hace que la mayoría diga que mi carácter no tiene nada de amable, que soy despreciativo. Pero esto no me importa, pues ¿qué importa lo que se diga de mí? Sólo hay algo verdaderamente importante que merece toda la atención del mundo, y no es otra cosa que escuchar el Λογος y no las habladurías del vulgo. ¿Pero por qué os pensáis que me retiré al templo de Artemisa? Por el insoportable ruido de la charlatanería de todos esos ignorantes demócratas de Éfeso, una charlatanería hecha de política, de novedades, de hoy.

Pero escuchando el Λογος, ¿qué se escucha? El eterno y único devenir, la más absoluta indeterminabilidad de todo lo que hay aquí y allí: todas las cosas devienen, mas en realidad nunca ‘son’. Pero el vulgo -o sea, la mayoría- no escucha, y por eso cree ver algo que está inmóvil, acabado, puesto delante de sus narices de modo permanente; pero naturalmente el vulgo ve mal, quiero decir que no ve que en cada momento hay una lucha entre la luz y la tiniebla, entre lo dulce y lo amargo. Y como dos luchadores, a veces uno obtiene ventaja, a veces la obtiene el otro. ¿Se me entiende? A ver si se me comprende mejor así: “De las cualidades contrarias proviene la guerra, y de la guerra se originan todas las cosas. Por eso la guerra es el padre y el rey de todas las cosas”1.

1B53.